Ambigüedad y vaguedad

 

Ambigüedad  

 

Si la designación de las palabras suele resultar insuficiente en gran número de casos, la situación se complica cuando una palabra tiene dos o más significados.

 

La condición de una palabra con más de un significado se llama polisemia o, más comúnmente ambigüedad. “Vela”, por ejemplo, puede designar un cilindro de cera con un pabilo en su interior que sirve para iluminar, un lienzo que se ata al mástil de una nave para aprovechar la fuerza del viento, o bien la actitud de alguien que cuida a una persona o cosa durante la noche. La ambigüedad de una palabra no constituye una vacuna contra la vaguedad, sino que tiende a multiplicarla. Una palabra ambigua puede ser vaga, y generalmente lo es, en cada una de sus distintas aceptaciones.

 

La ambigüedad proviene muchas veces de la extensión de un nombre a diversos aspectos o elementos de una misma situación. Otras veces la polisemia es un accidente en la evolución de las palabras a partir de distintas etimologías.

 

Pero la voluntad del hombre colabora también en la producción de las ambigüedades a través del lenguaje figurado: así podemos dar a alguien una mano sin necesidad de extender la diestra, correr un riesgo sin pretender alcanzarlo y aclarar algún punto oscuro sin gastar electricidad. El colmo del lenguaje figurado es la metáfora, figura que parece decir una cosa para que se entienda otra, creando entre ambas un sutil vínculo de significado a la vez que sugiere vagas semejanzas.

 

Vaguedad

 

Se llama vaguedad a la falta de precisión en el significado (designación) de una palabra. Una palabra es vaga en la medida en que hay casos en los que su aplicabilidad es dudosa; o, por decirlo en términos lógico-matemáticos, no es decidible sobre la base de los datos preexistentes, y solo puede resolverse a partir de una decisión lingüística adicional.

 

 


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